August con
solo diez años, nos da una buena lección de vida a los lectores de esta tierna
novela. Fan de La guerra de las galaxias y de su perrita Dasy, nunca ha ido al
colegio. August no es un chico normal, al menos físicamente, tiene parte de la
cara deformada, sin embargo él se siente como uno más. Camina cabizbajo,
esconde su rostro, le avergüenza lo desconocido pero tiene un gran mundo
interior, una madurez que solo se adquiere con el sufrimiento del rechazo
ajeno.
Aprenderemos a
ver el mundo con los ojos de los distintos personajes que en primera persona
nos cuentan sus sentimientos encontrados, como los de Via, su hermanita, o con
los ojos de un adulto que siente lástima y aprecio hacia las personas, que ve
con los ojos del corazón. O con los adolescentes que lo descalifican con bromas
de mal gusto.
August nos
aleccionará de mil maneras posibles pero me quedo con una de ellas: lo diferente
nos enriquece y complementa.