En palabras del reciente premio Cervantes, Caballero Bonald, la poesía es una gran potencia consoladora, que puede corregir erratas de la historia. El día del libro hace que muchos nos preguntemos por el sentido de la literatura en nuestra vida: leemos porque queremos ¿consolarnos? soñar, aprender, pasar un buen rato, hacer amigos, por afán de superación, por salud mental, para olvidar...compadezco a los que leen por obligación y felicito a los que leen por razones estéticas, libremente.
El escritor Aranguren comparaba en su último artículo la vida a un viaje cargado de sorpresas, casi todas buenas porque siempre se puede sacar una lección, una experiencia.
El libro de nuestra vida -el viaje de nuestra vida- podría contener por tanto la potencia consoladora de la que habla Caballero Bonald para muchas otras vidas en curso. Lo importante es leer con atención y saber interpretar las maravillosas casualidades que nos hacen coincidir con pasajeros que realizarán el viaje con nosotros durante un tiempo. Un viaje lleno de atropellos, de esperas, de ilusiones, de llegadas y partidas. No es aconsejable viajar ciegos, temerosos o en soledad. El manual del viajero (del lector) recomienda hacerlo con el espíritu de los viejos exploradores, asumiendo grandes retos que mejoran y enriquecen nuestro libro, nuestro viaje, hasta la estación de destino.